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viernes, 14 de junio de 2013

Arquímedes mueve el mundo desde Roma

Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo, asegura la tradición que dijo Arquímedes de Siracusa, cuyo nombre sigue siendo sinónimo de invención e innovación. Roma presenta este año al público, con una gran exposición, la vida e ingenio de uno de los grandes protagonistas de la ciencia universal.
El principio de Arquímedes sigue hoy, casi 25 siglos después, estudiándose en las escuelas. Un resultado como para gritar: "Eureka", que es lo que la tradición asegura que este genial matemático dijo, presa de la emoción, dentro de la bañera tras solucionar el problema que le llevó a enunciarlo.

"Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo" es otra de las frases que se le atribuyen y que ha traspasado el tiempo para llegar a nosotros. Pero ¿quién era Arquímedes?.

La ciudad de Roma le dedica este año una gran exposición que recopila sus ideas y modelos de algunas de sus invenciones, además de hacer un recorrido por la época en que vivió: la civilización técnico-científica que se desarrolló en el Mediterráneo del siglo III antes de Cristo y de la que Siracusa fue un espléndido testimonio.
"Arquímedes. Arte y ciencia de la invención", que podrá visitarse hasta enero del año próximo en los Museos Capitolinos de Roma, ilustra la contribución de sus investigaciones e inventos al conocimiento, no solo por la importancia de sus escritos sino por sus certeras intuiciones en el campo de la tecnología mecánica.
Reproducciones de sus ingenios, desde el reloj de agua, al planetario mecánico o el tornillo hidráulico, instrumentos de la época, manuscritos, vídeos explicativos y una sección de juegos dedicados a explicar sus teorías, forman la exposición.
Sin embargo, hay muchas cosas que se desconocen de Arquímedes, que nació y vivió en la ciudad de Siracusa (287-212 aC), cuando la isla de Sicilia era una colonia de la Magna Grecia y bajo el mandato de Hierón II.
Hasta el punto de que no se sabe, ni siquiera, cuál era su rostro, aunque a través de diversas fuentes antiguas se considera que era un hombre dotado de una increíble capacidad de pensamiento y sagacidad, cuyo nivel de concentración en sus trabajos le llevaba con frecuencia a olvidarse de comer o a descuidar su aspecto físico, según el arqueólogo y director de los Museos Capitolinos, Claudio Parisi.

EL BAÑO MÁS FAMOSO.

Lo que sí ha llegado hasta nosotros son algunas de las anécdotas protagonizadas por Arquímedes, en especial la del baño. En la exposición se puede contemplar una bañera del siglo III, procedente del Museo arqueológico regional "Paolo Orsi" de Siracusa, que sería similar a la que usó para bañarse y en la que observó que el agua rebosaba cuando se sentaba en ella. Así comprendió el principio que aún hoy lleva su nombre: un cuerpo inmerso en un líquido recibe un empuje hacia arriba igual al peso del volumen de líquido desalojado.
"Eureka, lo he encontrado", dicen que grito Arquímedes y que, preso de la emoción, salió corriendo desnudo por las calles de Siracusa mientras repetía: "eureka", "eureka". Pero, ¿qué había descubierto el sabio para que le embargara una alegría tal como para salir corriendo de esa guisa a la vista de sus conciudadanos?
Pues había resuelto un enojoso problema planteado por Hierón II, quien había dado a un artesano una cantidad de oro para realizar una corona, pero al recibir el encargo sospechó que esta no era totalmente de oro y que, para quedarse con una parte del preciado metal, el joyero lo había mezclado con plata. Con aquel baño histórico mientras cavilaba el problema, Arquímedes dio con la forma de probar de qué estaba realmente hecha la corona.

"MOVERÉ EL MUNDO".

No menos famosa es la frase "dadme un punto de apoyo y moveré el mundo", que habría exclamado Arquímedes, lleno de satisfacción, al demostrar a la ciudad que él solo podía mover en seco un barco de grandes dimensiones girando un tornillo sin fin, después de que se le hubiese pedido una demostración pública de su capacidad como inventor de aparatos mecánicos. En la exposición se puede ver y accionar una reproducción de dicho mecanismo.
Según un relato de Plutarco, Arquímedes habría dicho públicamente que con una fuerza dada habría podido mover cualquier peso, incluso la tierra si tuviese otra sobre la que situarse.
Tornillos sin fin, sistemas de poleas, o la bomba en espiral son algunos de los ingenios que alumbró el genio de Arquímedes. Y, por supuesto, formuló y comprobó experimentalmente el principio de la palanca recogido en el "Tratado sobre el equilibro de los planos", obra que tuvo una gran influencia en el nacimiento de la ciencia moderna.
"En una palanca se logra el equilibro cuando los pesos son inversamente proporcionales a su distancia del fulcro (punto de apoyo de la palanca)", o dicho de otra manera, que una fuerza pequeña aplicada en el brazo el lado largo de una palanca puede equilibrar o superar otra de mayor tamaño que esté en el lado más corto. Resumiendo: gracias a una palanca es posible levantar con poca fuerza objetos muy pesados.... ¿incluso hasta la tierra?

Y DE NUEVO ARQUÍMEDES.

La muestra traza un viaje sugerente a través de los siglos que separan el mundo en el vivió y trabajó Arquímedes, a través de la Edad Media y hasta la Revolución Científica cuyos "padres fundadores exaltaron a Arquímedes casi como una divinidad", según el director del Museo Galileo de Florencia, Paolo Galluzzi, institución que ha participado en la realización de la exposición.
Así, muchos fueron los que mostraron su admiración por Arquímedes tras esa recuperación, como Leonardo da Vinci, fascinado no sólo por su invención de máquinas de guerra sino por su capacidad de afrontar problemas de geometría y estática. Galileo estudio desde joven al siracusano, cuya obra fue punto de referencia para él y al que definió como su "maestro".
Arquímedes encontró la muerte en Siracusa, durante el asedio de la ciudad por los romanos durante la segunda guerra púnica y tras haber ayudado a la defensa de la urbe con la invención de artefactos como uno que servía para hacer volcar los barcos desde las murallas o para hacerlos arden a través de la luz del sol reflejada en espejos.

El sabio murió, según cuentan, a manos de un soldado romano que desconocía su identidad, mientras estaba sumido en la resolución de un problema de geometría.

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