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domingo, 31 de agosto de 2014

Huellas y rastros fósiles


Las cercanías de un pequeño pueblo de nuestro país
albergan un verdadero tesoro para los paleontólogos, detectives de la
vida prehistórica.



Huellas y rastros fósiles
San Juan Raya es una población ubicada en los límites entre Puebla y
Oaxaca, en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán. Tiene apenas
200 habitantes, pero cuenta con un museo en el que se exhiben fósiles de
invertebrados que alguna vez vivieron en la región y con un programa de
ecoturismo paleontológico. A la riqueza de fósiles del lugar se añadió
en 2007 una extraordinaria colección de huellas de vertebrados, entre
ellas las de pterosaurios y las de un dinosaurio terópodo.


Don Juventino Pablo Reyes Hernández, el 7 de enero de ese año
descubrió una pared de roca con múltiples marcas y oquedades, llamadas
icnitas (del griego iknos, "huellas"), de diversos reptiles.
Don Juventino ha relatado sobre esas marcas que "no sabía qué eran.
Algunas personas que vinieron me habían dicho que eso no les parecía
importante, que querían ver las huellas grandotas de gallina".


La pared se halla junto al lecho de un arroyo efímero, llamado por
los habitantes del lugar "río seco", que es tributario del río
Zapotitlán, y quedó al descubierto gracias a la erosión causada por las
lluvias torrenciales típicas de los desiertos.


A causa de los movimientos tectónicos la pared de roca es casi
vertical, con 78 grados de inclinación mide aproximadamente 12 metros de
base por 8.50 de altura, y tiene una superficie de casi 100 metros
cuadrados. Contiene al menos 174 huellas de vertebrados, además de
incontables marcas de madrigueras de invertebrados. Entre las huellas de
vertebrados hay rastros de pisadas de pterosuarios o reptiles
voladores, de cocodrilos, de tortugas y una de dinosaurio terópodo. A
unos 50 metros del lugar, se encontraron entre los estratos troncos
reemplazados por sílice de aproximadamente 20 centímetros de diámetro y
de un metro de largo. Su posición sugiere que fueron arrastrados por una
tormenta y transportados hacia una zona marina marginal.


Dentro del desierto donde se ubica San Juan Raya, a principios del
siglo XIX se aventuraron dos naturalistas belgas apellidados Nyst y
Galeotti, quienes dieron a conocer en 1836 de manera formal los primeros
fósiles de caracoles marinos. Pero no fue sino hasta el siglo XX que
geólogos y paleontólogos mexicanos iniciaron estudios de la fauna de
invertebrados que habitaron este lugar hace 110 millones de años,
durante el Cretácico temprano. En aquella época este lugar era parte de
un mar somero, con aguas bien oxigenadas y cálidas, llamado mar de
Tethys (nombrado así en honor de la diosa del mar de la mitología
griega). Sus condiciones permitieron que se desarrollaran ambientes
parecidos a los arrecifes actuales habitados por esponjas, corales,
moluscos, gusanos, erizos y abundantes organismos microscópicos.


En este periodo el mar de Tethys dividía al mundo en dos continentes:
Laurasia, formado por lo que actualmente es América del Norte, Europa y
Asia, y Gondwana, formado por América del Sur y África que empezaban a
separarse. La mayor parte del territorio mexicano se encontraba
sumergido en el mar y sólo la parte noroeste había emergido.


¿Cómo se preservan las huellas en el registro fósil?

Las condiciones ambientales son importantes para que las huellas se
pierdan o permanezcan en el registro fósil. Para que las huellas de las
patas de los organismos se preserven, se necesita la coincidencia de
varios factores. En primer lugar, que el organismo pise un lugar con
suelo muy fino y húmedo como el lodo; después se requiere que estas
pisadas queden enterradas por sedimento más grueso, por ejemplo arena,
para que queden protegidas del Sol, el viento y el agua. Si sobre ellas
se sigue acumulando sedimento, las pisadas quedarán enterradas a una
considerable profundidad, lo cual hace que aumente la presión sobre
ellas; al paso de millones de años estos sedimentos se volverán roca.
Entonces un sedimento fino, suave y húmedo se transformará en una roca
sólida y dura. Después, es posible que por erosión o movimientos
tectónicos esta roca llegue a la superficie y deje al descubierto las
huellas. De cada huella se obtendrán dos moldes: uno donde quedará la
marca de la pata cuando pisó el sedimento fino, lo que equivale a un
positivo o molde, y el sedimento más grueso que rellenó la pisada, que
quedará en relieve, y corresponde al negativo de la huella.







El estudio de huellas y rastros

En octubre de 2010, investigadores y estudiantes del Instituto de
Ciencias del Mar y Limnología y de la Facultad de Ciencias, ambos de la
UNAM, iniciaron el estudio, la descripción y el análisis de las huellas
fósiles (paleoicnitas) de la pared de roca de San Juan Raya.


Las huellas fósiles se tienen que estudiar de día y de noche para que
la luz y sombra del Sol no interfieran. Durante la noche se alumbran
con luz blanca, para ver más fácilmente su forma y si son aisladas o
corresponden a rastros del desplazamiento de algún organismo. Una vez
identificadas sus formas y las trayectorias que siguen, las huellas se
marcan y se miden.


Las huellas de desplazamientos o rastros permiten medir el tamaño de
la pisada (largo, ancho y profundidad) y de la zancada. Con estos datos
se han hecho fórmulas matemáticas que permiten saber a cuántos metros
por segundo avanzaba el organismo al caminar trotar o correr. Para saber
el tamaño relativo de la mano o el pie que dejó la huella del avance,
se utiliza un factor de conversión: según el organismo de que se trate,
éste puede ser de 3.4 a 5.9 tomando como media el 4. Al multiplicar el
factor de conversión por el tamaño de la huella se obtiene una
aproximación del largo de la extremidad que la hizo.


Para estudiar huellas es muy útil obtener moldes y poder observar con
detalle en el laboratorio las características morfológicas. Los moldes
se hacen con materiales diversos dependiendo del tipo de roca en el que
se vaya a trabajar, así como de la posición del afloramiento. Cuando las
pisadas están casi paralelas al sustrato, los moldes suelen ser de
materiales plásticos fácilmente manejables; por ejemplo, el caucho. En
el caso de la pared de San Juan Raya, se emplean materiales semisólidos
como la plastilina de escultor.


San Juan Raya

San Juan Raya debe su nombre al santo patrono del pueblo, San Juan
Bautista; el término "Raya" hace referencia a que se localiza en los
límites de los estados de Puebla y Oaxaca. Está ubicado dentro de la
Reserva de la Biosfera Tehuacán- Cuicatlán en el municipio de Zapotitlan
a 35 km al suroeste de Tehuacán.


Este lugar guarda una rica historia cultural, pues se originó a
partir de los pueblos popolocas, los primeros en domesticar y cultivar
el maíz; este hecho facilitó el desarrollo de las grandes civilizaciones
prehispánicas.


Tiene aproximadamente 200 habitantes que viven en construcciones
tradicionales hechas con paredes de adobe, piedra o bajareque y con
techos de hojas generalmente de yucas, que contrastan con las recientes
edificaciones de tabique y lámina.


El clima es cálido semiseco con lluvias de 200 a 500 mm anuales.


Hay más de 2 800 especies de plantas; destacan las cactáceas, entre
ellas las que tienen forma de columnas, además de otras tan llamativas
como los viejitos, pitayos, garambullos y biznagas. Además de cactus, la
vegetación está conformada por una diversidad de agaves, plantas de
hojas carnosas, enormes árboles de los llamados pata de elefante,
cazahuates, mezquites y yucas.


En la Reserva Tehuacán Cuicatlán se han contabilizado 102 especies de
mamíferos, 356 de aves y 53 especies de reptiles. Hay venados, coyotes,
mapaches, liebres, correcaminos, tortugas y serpientes que por sus
colores se confunden con el paisaje árido.


Los pobladores de San Juan Raya han desarrollado un programa de
ecoturismo paleontológico; cuentan con un museo de sitio donde exhiben
fósiles de invertebrados que se han descrito para la región y ofrecen
una variedad de recorridos en bicicleta o a pie para visitar lugares con
fósiles. En el mercado de artesanías se venden artículos hechos de
palma y rafia, y productos naturales derivados de la medicina
tradicional como jabones, ungüentos, miel, bebidas medicinales y licores
de flores y frutos de la región.


A partir de las huellas se puede también saber si el organismo era
grande o pequeño, si caminaba en dos o cuatro patas, la forma de sus
manos y pies, y el número de dedos que tenían; y, en algunos casos, el
peso del animal (ver ¿Cómo ves?, No. 71), además de inferir si
el organismo estaba en reposo, alimentándose, apareándose, criando o
desplazándose en una ruta migratoria, o si los organismos viajaban
solitarios o en grupo. Incluso algunas veces se ha llegado a saber que
los saurópodos cuidaban a sus crías, al igual que los elefantes, pues se
ha observado que las pequeñas pisadas de las crías se encuentran al
centro rodeadas de las pertenecientes a los adultos que los estaban
protegiendo.



Subclase



Nombre común



Características


 

Anápsida (del griego a, "sin" y hapside "bóveda"), que significa sin orificios en el cráneo



Tortugas



Aparecen hace 260 millones de años durante el Triásico. De tronco
ancho y corto, recubierto por un caparazón de donde salen, por delante,
la cabeza y las patas anteriores, y por detrás, las patas posteriores y
la cola. Las patas se articulan a los lados de la cadera lo que les da
una posición semi erguida.


 

Arcosauria, que significa "reptiles dominantes"



Cocodrilos



Aparecen en el Triásico, hace 220 millones de años. De cuerpo
alargado y grandes mandíbulas. Los primeros cocodrilos eran totalmente
terrestres y muy ágiles, los actuales son semi acuáticos. La piel está
recubierta por escamas de queratina de donde deriva su nombre, que
significa "lagarto de piedra".






 
Pterosaurios



Surgieron hace unos 230 millones de años en el Triásico y se
extinguieron hace 65 millones de años a finales del Cretácico. Eran
reptiles voladores, las alas estaban formadas de piel y se extendían
desde las rodillas hasta los brazos.






 
Dinosaurios



Aparecieron durante el Triásico, de 240 a 230 millones de años atrás,
y desaparecieron a finales del Cretácico, hace 65 millones de años. La
principal diferencia de los dinosaurios con los demás reptiles es la
cadera, en la que las patas se articulaban por debajo de ésta, lo que
les permitió tener una posición erguida.


 

Los reptiles aparecieron hace unos 310 millones de años. Son
vertebrados que respiran por pulmones, con una piel cubierta de escamas
que forman una lámina continua. Hay una gran variedad, en la actualidad
encontramos tortugas, cocodrilos, caimanes, lagartijas, serpientes y
tuátaras. Algunos de los reptiles extintos son los dinosaurios,
pterosaurios, ictiosaurios y plesiosaurios.


Variedad de dinosaurios

El hallazgo de las icnitas de San Juan Raya estuvo precedido por
otros descubrimientos en la zona. En el 2006 se encontraron huellas de
dinosaurios herbívoros (saurópodos); el geólogo Jerjes Pantoja-Alor,
investigador del Instituto de Geología de la UNAM, dio a conocer los
rastros de 35 metros de huellas en forma redondeada, con un tamaño
promedio de 30 centímetros de largo y 60 centímetros de ancho.
Pantoja-Alor sugiere que este rastro corresponde a los dinosaurios
llamados apatosaurios (brontosaurios): "un tipo de dinosaurios
herbívoros de 30 a 40 toneladas de peso y 20 metros de largo; de cabeza
pequeña, cuello muy largo y patas muy pesadas". Se ha interpretado que
el lugar donde están las huellas de estos dinosaurios, que vivieron
durante el Cretácico, fue un área pantanosa.


Posteriormente, en el 2007, los pobladores de la localidad descubrieron más de 40 huellas de dinosaurios carnívoros (terópodos),
que fueron estudiadas y dadas a conocer por Óscar Polaco, del Instituto
Nacional de Antropología e Historia. Polaco dedujo que al parecer se
trataba de tres diferentes especies de dinosaurios "que transitaron por
la zona para beber agua en un cuerpo lacustre existente hace millones de
años".


El hallazgo de huellas de pterosaurios es muy importante, pues es el
segundo registro que se tiene en México. Las primeras pisadas de
pterosaurios se descubrieron en Coahuila en un lugar llamado Cerro del
Pueblo y tienen una edad aproximada de 70 millones de años, mientras que
las encontradas en Puebla son por lo menos 40 millones de años más
antiguas.


Los pterosaurios, de los cuales se han descubierto cerca de 100 especies en todo el mundo (del griego ptero que significa "ala" y sauros,
"reptil", también llamados pterodáctilos) fueron reptiles voladores que
aparecieron en el Triásico, hace 230 millones de años, y se
extinguieron en el Cretácico, hace 65 millones de años. Antes de que
existieran las aves eran los únicos vertebrados voladores. En las manos
su cuarto dedo era alargado y servía para unir la piel del cuerpo al
dedo y formar el ala, los otros tres dedos formaban una garra.


Existieron pterosaurios de dos tipos: los ramforincoideos (que
significa "pico delgado"), que tenían una larga cola y un pico lleno de
dientes. Aparecieron en el Triásico y se extinguieron en el Jurásico. Y
los pterodactiloideos (que significa "con dedos en las alas"), que
tenían una cola pequeña o no tenían cola, en su pico había pocos dientes
y poseían una cresta en la cabeza. Aparecieron en el Cretácico Inferior
y se extinguieron en el Cretácico Superior.


De la punta de un ala al extremo de la otra, el tamaño de los pterosaurios variaba de 25 centímetros (Nemicolopterus crypticus) hasta 15 metros (Quetzalcoatlus northropi).
Los pterosaurios se han encontrado en todos los continentes en lugares
que fueron ambientes acuáticos, principalmente marinos, como en Alemania
y Brasil, y en ambientes acuáticos terrestres, como en Texas, Estados
Unidos. Aún hay muchas dudas sobre cómo se alimentaban estos reptiles;
se cree que algunas especies fueron carnívoras y de hábitos
depredadores, y otras se alimentaban de peces (piscívoros), de insectos
(insectívoros) o de carne en descomposición (carroñeros). No se descarta
tampoco que algunas se acercaran a lagos o ríos en busca de cangrejos y
caracoles para alimentarse de ellos. Sobre estos reptiles hay aún
muchas incógnitas; por ejemplo, cómo era su comportamiento y la
interacción que tenían con otros organismos con los que coexistían y
coincidían en tiempo y espacio.


Uno de los yacimientos fosilíferos que resulta particularmente
importante para comparar sus huellas y rastros con los hallados en
Puebla, se encuentra en la zona de La Rioja, en España. En esta área se
han registrado algunos rastros de tortugas y pterosaurios contemporáneos
a las icnitas de San Juan Raya. Las similitudes entre ambos lugares
pueden ayudar a reconstruir la posición de tierras y mares en aquella
época remota.


La UNAM y la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis,
España, han firmado ya un convenio de colaboración académica con el fin
de continuar la investigación de este yacimiento fosilífero de manera
conjunta.


En un primer trabajo de campo realizado en enero de 2012, Alberto
Cobos y Rafael Royo, de la Fundación Conjunto Paleontológico
Dinópolis-Teruel, junto con el equipo de investigadores de Ciencias del
Mar y la Facultad de Ciencias, UNAM, descubrieron por lo menos 15 nuevos
sitios con huellas de dinosaurios en las cercanías del poblado de San
Juan Raya. Hay huellas de terópodos (dinosaurios bípedos carnívoros con
huellas de tres dedos), ornitópodos (dinosaurios bípedos herbívoros con
huellas de tres dedos pero sin garras) y saurópodos (dinosaurios
cuadrúpedos herbívoros). En fechas recientes, los pobladores han
encontrado, además, restos óseos.


En cuanto a la pared de roca con icnitas, la investigación sigue y a
los grupos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología y la Facultad
de Ciencias, se han unido la Dra. Ligia Pérez Cruz y el Dr. Jaime
Urrutia Fucugauchi, ambos investigadores del Instituto de Geofísica de
la UNAM, que actualmente trabajan en la datación geomagnética de la
pared para conocer con gran precisión su antigüedad.





UNAM







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